viernes, 13 de marzo de 2009

POSESIÓN



Posesión, conquis- ta, imposi- ción, expulsi- ón: migración. Conceptos que bien podrían aparecer en la portada de cualquier publicación de hoy. Conceptos de actualidad. Una actualidad que no es nueva. Las migraciones, voluntarias o forzadas, se daban en el siglo I, en el II, en el III y así hasta llegar al XXI. Tal vez, esa constancia en el tiempo sea el motivo por el que convivimos con ellas sin demasiado esfuerzo. Y es que hemos caído en la trampa que se esconde tras abrir los ojos: hemos visto esa cruda realidad y la hemos aceptado. Y se nos ha olvidado que los problemas deben solucionarse, no aceptarse.

Hemos olvidado el verdadero problema. Hemos dejado de cuestionarnos el por qué. Hemos aceptado y nos hemos convencido de argumentos sin fundamento. Tan absurdos como que la tierra donde hemos nacido nos pertenece. ¿Desde cuándo la tierra se puede poseer? ¿Qué persona puede considerarse tan absurdamente superior como para asegurar que es dueño de las fronteras?

Acepto las migraciones forzadas por motivos prácticos. Como intentar evitar la acumulación excesiva de población en un punto y la desertización de otro. Pero no acepto la no solución. Porque esa no es la solución. El problema no es la sobrepoblación, ni la desertización, el problema es que existen realidades tan desesperantes que te hacen huir para sobrevivir.

¿Cuándo nos hemos convertido en personas tan extremadamente prepotentes y simples como para creernos con el derecho de expulsar a otra persona de un lugar? ¿Cuándo ha empezado a correr por nuestras venas una sangre tan fría que nos permite mandar a personas a un destino desafortunado del que huyen?

Lo solucionamos expulsando, mandándolos lejos. Si nos preguntan qué opinamos sobre la expresión “ojos que no ven, corazón que no siente” seguro que pese a que nos suene a cierto, negamos seguir ese ejemplo porque es hipócrita. Pero la verdad, es que nos regimos por esa frase. Los mandamos lejos: si no los vemos, no pensamos en ellos. Ellos que suponen un problema. Ellos que van a lugares que hemos borrado de nuestra mente por lo tristes que son.

Cómo podemos creernos con el poder de jugar así con la vida de seres humanos y no creernos con la responsabilidad de dar una solución real a ese problema. Un problema que no son las migraciones, sino los hechos que motivan esas migraciones. Posiblemente no nos creemos responsables porque ni siquiera los tenemos en la cabeza, ni pensamos en ellos, ni los vemos. Y eso es así porque nosotros nos ocupamos de que sea así. Porque una de las asignaturas en las que el ser humano es aventajado es en cegarse, en mirar a otro lado.

¿Cómo podemos defender esa tierra que nos pertenece, que tanto amamos y no ser consecuentes con toda la fortuna que nos brinda? Una fortuna que nos señala, nos sienta en el banquillo de los acusados y nos juzga: culpables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario