Cada vez hay menos límites. La cultura ya no es solo cultura. La cultura ahora también es política, economía… lo serio se mezcla con el desenfado. Y es que hoy, la moda es la fusión. Decimos adiós a lo establecido y decimos hola a las nuevas etiquetas. Algo que da como resultado grandes momentos.
Momentos como el que podrán vivir los asistentes de la 27ª edición del Saló del Còmic de Barcelona, que verán a Obama, el presidente de los Estados Unidos, convertido en un súper-héroe de cómic. O como el que presenciarán los que acudan al cine próximamente, puesto que el Gran Teatre del Liceu y Cinesa están colaborando para ofrecer una temporada de ópera en directo y en alta definición. Momentos impensables si retrocedemos unos pocos años en el tiempo.
Los más innovadores verán estas medidas como una muestra del necesario reciclaje de la cultura para estar al día. En cambio, para los románticos amantes de la tradición (entre los que me incluyo) esto es un síntoma de cómo poco a poco lo de siempre desaparece para convertirse en lo de ahora. Es una pena, pero una excitante manera de supervivencia.
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